Un breve ensayo sobre el futbol...

He sucumbido en mis gana de abandonar mi pasión al futbol; de varios años para acá me hice de la idea de que el futbol es para los ignorantes, y la verdad que lo sigo afirmando, siento que no hay nada peor que la vida de un pueblo gire en torno al futbol y que los ánimos de una nación dependan de 11 personas que representan a la selección de su país, el mundo tiene problemas mucho más serios que el futbol no puede solucionar, muy al contrario, adormecen la conciencia para evadir la realidad que se les presenta a las naciones, problemáticas de todo tipo: políticas, sociales o económicas, aglutinan a la gente en los estadios o paralizan a las ciudades frente al televisor para poder sacar de nuestra mentes, aunque sea por un instante, crudas realidades, el futbol es como el amor, pura química cerebral, pensamos que estamos enamorados idealizando nuestra relaciones como una alternativa forzada del destino, donde este fue bueno con nosotros y puso al amor de nuestra vida a nuestro lado, haciendo que al paso de los años, al vivir en la cegera de las sensaciones corporales que produce el amor, choquemos con un enorme bloque de cemento que es soportar los interminables cambios de carácter de nuestra pareja y viceversa, ella soportar los interminables misterios de nuestro comportamiento para darnos cuenta de que no somos tal para cual; sin desviarnos del tema, así es el futbol, nos pintamos la cara de verde, blanco y rojo, lo dejamos todo por dos horas de intensa pasión donde olvidamos las tristes realidades que en nuestro caso, se resumen en una inmensa corrupción y una sociedad paralizada por el crimen, pensamos que con vencer a Estados Unidos en futbol estamos saldando deudas históricas, pero el futbol suele ser cruel, porque así como podemos derrotar a los Estados Unidos ellos también pueden hacerlo, pienso que gran parte de nuestras derrotas futboleras empiezan en nuestra mente, cuando tenemos el estigma de recordar a Landon Donovan fusilar sin piedad al “conejo” Pérez para dar el definitivo 2-0 en el mundial del año 2002, un derrota que se posicionó en nuestra mente para sentir ñañaras cada que enfrentamos a los Estados Unidos, equipo con el cual sacamos a flote todos nuestros complejos y todas las frustaciones de ser un país políticamente pisoteado por la mayor potencia del mundo.

Podría definir al futbol como el proceso mental de convertir en realidad lo que es una fantasía, nada existe en torno al futbol, las economías no se mueven por el futbol, los países no son más o menos poderosos por el futbol, nuestro empleo es el mismo con o sin futbol, nuestra salud no se mejora ni se empeora si hay o no hay futbol, el futbol es la nada representada con valor agragado, donde al hombre salido del barrio, que le pintaron unos mechones de güero, se le puso un mecatito en el cabello para amarrarle el pelo y se le metió al mundo de la farandula para que todo eso combinado con sus cualidades deportivas, sea una especie de redentor de la patria e icono de la cultura popular, muy pupular; el pasado 21 de agosto fui al partido entre México VS Honduras al Azteca, donde la selección comenzaba lo que supuestamente iba a ser un relajado cuadrangular rumbo al hexagonal final para Sudáfrica 2010, los hondureños dieron el primer zarpaso al meter un perfecto gol a balón parado, así terminó el primer tiempo, ya en la segunda mitad, la presión empezó a ser mayor para el equipo mexicano y el fantasma del 16 de junio de 2001, donde Costa Rica venció en el Azteca a México por un garrafal error de Oswarldo Sánchez se hizo presente; sin embargo, según muchos fue la pura presencia de Cuauhtémco Blanco, último ídolo mexicano, el que le dio los dos goles a México, el no los metió, el no tuvo nada que ver en ellos, sólo su presencia, el estadio Azteca coreaba su nombre al mayor número de desciveles posibles, impresionantes escuchar a ciento y tantas mil almas corear el nombre del temoc, el mito se hace presente, la figura del veterano futbolista cambio la energía del campo para remontar el marcador con dos goles de pavel pardo, uno de ellos un golazo, todo nuestros problemas, personales y comunes como nación, se olvidaron durante esas dos horas, además de que nuestra ansia de triunfo, combinó el ambiente futbolero con la victoria de medalla de oro de Guillermo Pérez en Taekandoo en las olimpiadas de Beijing.
Decidí un día abandonar el circo del futbol pensando que el circo de la política era suficiente para mí, este último me interesaba más y era para mí más trascendente, pero hay una etapa en que un concepto se fusiona con el otro, es triste pero es real ver como el futbol puede ser un trampolín político donde el futbolista es icono popular ampliamente conocido y al mismo tiempo promotor del voto, me transporto al 2006 donde un cúmulo de futbolistas de reconocido nivel deportivo pero de dudoso nivel intelectual apoyaron a la campaña de Felipe Calderón, el mundial de ese año pudo haber sido un arma de dos filos para el candidato panista, el triunfo que no llegó pudo haber sido significativo, una catástrofe futbolera en el mundial pudo haber sido un estigma para el candidato panista, la mediocridad terminó siendo nuestro triste final, ni pena ni gloria, el ansiado quinto partido no llegó y el futbol se neutralizó para que una semana después del 26 de junio en el que Maxi Rodríguez hizo un tremendo gol y acabo con nuestras esperanzas, fuéramos a votar en la elección más polémica de los últimos años en México. Ejemplos hay miles, de la forma como política y futbol se funden para dirigir a las masas, raro es cuando no es el futbol el deporte estrella para adormecer a las masas, es decir, preferimos estar esperanzados en los triunfos de nuestra selección que casi nunca llegan a incorporar como icono de la Victoria a Lorena Ochoa, esta última es una realidad del deporte mexicano, sin embargo destaca en un deporte de elite, Lorena puede ser la antítesis de la estrella deportiva mexicana, quizá porque tenga educación, está lejos del escándalo, lejos de haberse hecho rica de la noche a la mañana, además de destacar en un deporte fuera de los reflectores, puede ser más sonado los escándalos de faldas del Temoc que las muchas victorias de Lorena, vende más lo primero para el chisme y la literatura barata que lo segundo, uno es futbolista y da de que hablar, la otra es golfista y a nadie le interesa. Sólo Julio Cesar Chavez rompió ese esquema, un deportista que no figuraba en el futbol fue capaz de echarse a los hombros el sueño de millones de mexicanos, el estadio Azteca lo han llenado once futbolistas portando la playera verde de la selección, Chavez fue capaz el sólo de llenar el estadio cuando el Chavismo estaba en su máxima expresión y cuando el presidente Salinas cimentaba los éxitos de su sexenio en la figura de Chávez, al mismo tiempo del ocaso salinista que reventó con el nacimiento del zapatismo y la podredumbre política de 1994, el Chavismo sucumbió con su primer derrota contra Frankie Randall en el año de 1995, tal parece que cuando comenzó la crisis del régimen político priista comenzó la debacle de Chavez, años después se le relacionó con el narcotráfico y se le acusó de evasión de impuestos, la cultura popular también suele ser muy cruel.
Volviendo a las primeras palabras de este ensayo, de que sucumbí en mis gana de abandonar mi pasión al futbol, es por el simple hecho de que no puedo vivir con la absurda y ridícula culpa de sentir el gusto por el futbol, educados en las culpas religiosas, mi pasión por el futbol tenía algo similar, el hecho de querer ver un partido de futbol, no sé, un chivas América en vez de querer ver el discovery chanel, para mi era motivo de culpa, al diablo con eso, estoy forjado en la cultura popular y no puedo desligar de mi formación mi gusto por el futbol , con el paso de los años he aprendido a usar la inteligencia emocional y he aprendido a disfrutar de las cosas, cuando controlas las pasiones pienso que se es inteligente y no vale la pena sufrir por alguien que no aporta nada a nuestra vida como el caso de los futbolistas, la cultura popular es parte de la vida del ser humano en épocas en que la televisión marca la pauta de nuestro entretenimiento, no desayuno, no como, no amo el futbol, simplemente lo disfruto y más cuando puedo volver a ver sentados en la misma mesa a José Ramón Fernández y a Carlos Albert debatiendo las intrigas del arbitraje mexicano, (para mi los dos mejores periodistas de futbol que hay) digo, también tengo derecho a ser poco objetivo.

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