Los años nuevos se hicieron viejos...

La infancia bien podría ser catalogada como la mejor etapa del ser humano, la infancia es en la mayorías de las veces, la etapa del constante estado de felicidad, donde no nos preocupamos por el día siguiente, sino simplemente nos preocupamos por disfrutar cada instante en un pleno estado de armonía, donde no entran las preocupaciones habituales de nuestros padres, preocupados por la economía, el trabajo, la política, la constate preocupación de nuestro bienestar y nuestra calidad de vida.

La vida es sólo una, dividida en muchas etapas y momentos; bendito sería que existiera el país de nunca jamás, lugar creado por el escritor James Matthew Barrie donde da vida a Peter Pan, el niño que se niega a crecer y que lleva a Wendy y a sus hermanos al lugar donde los niños nunca crecen, donde conocen la vida llena de aventuras rodeados de piratas y hadas.

El tiempo suele ser cruel hasta con los niños, que abandonan la infancia para comenzarse a preocupar por las trivialidades de la adolescencia, a la edad de 13 ó 14 años pensamos que los años venideros serán mejores, comenzamos a comportarnos como tontos pseudoadultos incapaces de regresar a los años anteriores por nuestra ansia de sólo ver hacia delante, no deja de ser maravillosa esta etapa, donde se conoce a los verdaderos amigos, amigos con los que a la edad de casi 30 años recordarás con nostalgia los años de secundaria y preparatoria, donde la vida fue un paraíso con un toque obligado de malicia, el mundo del cigarro, el alcohol, el sexo y la droga, conceptos con una connotación negativa en la vida cotidiana pero donde a la edad de 16 ó 18 años son “travesuras” obligadas, después de esa edad uno se avienta del tobogán de los malos hábitos bajo responsabilidad propia.

En el balances acumulado de mi vida, cuando era adolescente pensaba que los años venideros serían maravillosos, uno comienza a crecer con esa expectativa, comienzas a estar obligado a obligarte, cuando comienzas con responsabilidades y la monotonía diaria de la vida de adulto, donde centras el mundo en una expectativa económica y donde lo realmente positivo de la etapa adulta, son las ganas de trascender, quisieras volver a la adolescencia con la filosofía de “tener derecho a todo y obligación de nada”, piensas que lo mejor ha pasado de la vida, triste es pensar así cuando quizá te queden 50 ó 60 años por vivir, no podemos pensar que la niñez y la adolescencia fue lo mejor de nuestra vida y que estamos destinados al trabajo que no nos gusta y a vivir haciendo lo cotidianamente correcto en un mundo visto hacia el exterior, donde los valores son mundanos y que nos invitan a adoptarlos. Creo que tenemos que ver la vida así, por etapas, donde cada etapa tiene mucha grandeza vivida y mucha grandeza por vivir.

Amo mi memoria, infalible al largo plazo, torpe para recordar lo que se hizo el día de ayer, torpe para recordar las actividades de la rutina diaria, pero rápida para recordar acontecimientos de hace muchísimos años, eficiente al relacionar fechas con acontecimientos personales y familiares, como el hecho de que mi hermana Anabel hizo su graduación un día de junio de 1994, cuando Rumanía le ganó a Colombia en el mundial de Estados Unidos con un autogol de Andrés Escobar, motivo por el cual lo asesinaran tiempo después en Colombia; como el dato de que estoy seguro que un viernes 29 de Octubre de 1993, mi hermano Curro se fue a ver a Bon Jovi al palacio de los deportes, y que ese día jugamos en la secundaria futbol contra el Salesiano. Así puedo recordar muchísimas cosas con fechas y acontecimientos quizá irrelevantes.

El tiempo es un parámetro cruel en el que nos damos cuenta de muchas cosas, por el lado positivo, al hacer un corte de caja de nuestra vida y analizar rápidamente el tiempo vivido, podemos darnos cuenta lo felices que hemos sido, por otro lado hemos sentido el lento pasar del tiempo como un torbellino que se nos va a la yugular y ver que quizá no hemos hecho nada de nuestra vida, todo es relativo, trato de cambiar mi concepto del tiempo después de haber leído “Cuerpo sin edad, mente sin tiempo” de Deepak Chopra, gurú de moda que nos dice que pasado y futuro simplemente son conceptos que hemos creado en nuestra mente, que al librarnos de ellos viviríamos nuestra vida sin dimensiones, sería maravilloso poder vivir la vida sin relojes, sin calendarios y poder dar la respuesta de “hoy es hoy” cuando alguien preguntara la común interrogante de ¿qué día es hoy? Sin embargo, también es maravilloso recordar fechas y momentos exactos de los grandes momentos de nuestra vida, la mente es maravillosa al poderla convertir en una máquina del tiempo que nos transporta con el sólo hecho de cerrar nuestros ojos a los momentos vividos con anterioridad; triste o alegres, somos capaces en fracción de segundos ir al pasado, relacionarlos con el presente y experimentar una expectativa con el futuro. Soy la antítesis de la teoría de Deepak Chopra. No sólo hago el viaje al pasado sino también me imagino las variables que uno pudo haber modificado con las cuales nuestro presente podría ser otro. Una de mis películas favoritas es el efecto mariposa, donde un ser con una mente superdotada tiene la capacidad de mover el pasado para modificar su presente, soy fan de hacer un recuento de los años, contabilizarlos, analizarlos y ser capaz de seguir disfrutando con cierta nostalgia lo que fue y dejo de ser, como los años nuevos, fecha sagrada para mi familia que al paso del tiempo, por los factores normales de los ciclos de vida personales de todos los que integrábamos esa familia, se esfumaron en años nuevos personales; ya no es un año nuevo, el mismo año nuevo se convirtió en 20 ó 30 años nuevos, es decir, el que era uno sólo se convirtió en el año nuevo de un primo en Oaxaca, Chiapas, Querétaro, otro lugar; se convirtió en el año nuevo ajeno en el que los protagonistas antes éramos los primos y ahora ya son los sobrinos y donde el escenario para vivir un año nuevo será otro, no el mismo al mío. Así es la vida, y decir 10 atrás ya es decir un 10% de un siglo donde en ese tiempo las bajas y las altas fueron demasiadas, murieron los dos abuelos, cuatro tíos, un primo y mi papá, y donde llegaron un sin fin de nuevos seres que engrandecieron el espacio de cada una de las familias que se han formado a lo largo de estos mismo diez años y muchos antes.

La educación católica que se nos impuso, fue motivo suficiente para cada año ir a dar gracias a la basílica de Guadalupe, no soy guadalupano, pero de los últimos años que he ido a la Basílica, lo hago por la nostalgia que me produce recordar una tradición que viví con mi papá en vida: ir a la basílica el 31 de diciembre, a las 7 ú 8 de la noche, comprar una oración que vendía los ambulantes, rezarla, pasar por enfrente de la virgen, rezarle y al salir, comprar veladoras las cuales pondrían en la subida a las escaleras, donde los primos nos acomodaríamos para rezar un rosario, año tras años, durante mucho tiempo esa fue la tradición.

Me hecho un salto a mi niñez, los año nuevo de la familia Muñoz Lámbarri era una fecha sagrada que se esperaba con ansiedad, convertíamos el año viejo en nuevo a la cuenta regresiva del 10 al 1, año que comenzaba con nuevas expectativas, el hecho de salir corriendo con maletas a lo largo de la cerrada calle de Coquimbo fue una tradición, donde después de la cardiaca carrera que según presagiaría viajes, era seguida con muchos abrazos a lo largo de un reducido espacio, éramos más 40 celebrando el año nuevo, 40 entre los abuelos, los tios, los primos y los nuevos parientes políticos que cada año se agregaban a la lista, venía el protocolo de la cena y posteriormente venía un show familiar donde los primos participábamos con desbordaba alegría, yo tenía 6 años cuando recuerdo haber sido pastor en la pastorela, la mente, aún no invadida por la apatía, daba para hacer de ese momento, la mejor de las actuaciones y mantenernos en constate estado de felicidad.

Recuerdo muchos años nuevos viviéndolos desde días antes al 31 de diciembre, las vacaciones de invierno nos permitían a lo mejor viajar después del 24 de diciembre donde la navidad cada quien la pasaba donde quería, para centrar nuestra atención en el 31 de diciembre, siendo niño podía echarme la semana en casa de mi tía Lourdes jugando interminables horas de nintendo con mi primo Luis Antonio. Posteriormente, esperabas la llegada de cada uno de los primos y la organización de mi papá para hacer el show de cada año, la pastorela la recuerdo perfectamente, recuerdo el Show de Don Rodolfo, haciendo alusión al popular Show de Don Francisco, en aquella ocasión se entregaron tres distinguidos premios para tres miembros de la familia: los huevos de oro, se le dieron a mi tío Genaro por haber tenido ahora si que los huevos para deja de fumar, a mi primo Luís Antonio, se le dio un vale por una computadora (que creo que nunca se la dieron) por haber sido el mejor de la escuela, y a mi primo Armando, siempre con su caracterizado humor negro, se le entregó un premio por haber subido a Gerente en una importante firma de contadores públicos. Recuerdo perfectamente el año de los inventos, parodiando los defectos de cada uno de los miembros de la familia, Curro mi hermano y Alejandro mi primo, en alusión al famoso personaje de Andrés Bustamante, el doctor Chun-ga, crearon al doctor Chin-ga. De los inventos que recuerdo, era el de mi tío Licho, un perfumarte de pedos, a mi tío Sergio, debido a que tenía 4 hijas, le inventaron un sistema tipo hoy no circula donde en cada día de la semana una de sus hijas no iba a salir, el viernes le tocaba a Beatriz, la hermana mi tía Conchita (esposa de mi tío Sergio), que vivía con ellos; a mí tía Lourdes recuerdo que le hicieron unas lenguas para contar chismes, debido que al paso de los años se había ganado la fama de la chismosa de la familia, eran lenguas de diferente tamaño debido al nivel de chisme, si era un chisme chiquito sin relevancia, le ponían una lengua chiquita, si era un chisme grande, lengua grande; a mi tía Lupita le inventaron un brasier para guardar el dinero, así pues que cuando le faltara dinero ya sabría que mi tío Genero (su esposo) sería el responsable de dicho robo.

La unión y la grandeza de una familia como la de la familia Muñoz Lambarri, se debió al trabajo de los abuelos; sin duda alguna, ellos eran factor de unión en la familia, el carácter de la abuela Carmen era como un aliciente de verla con sonrisa de oreja a oreja al ver los chistes y los shows de la familia, bien podría estar un 28 ó 29 de diciembre tirada en la cama a causa de la enfermedad, pero el 31 era motivo suficiente para levantarse y disfrutar de la fiesta, el 1 de enero no importaba, lo importante era disfrutar un año más la unión familiar. Dentro de una familia tan grande como mi familia, donde mis abuelos tuvieron 9 hijos, de los cuales 2 murieron hace mucho tiempo cuando mis abuelos no vivían la etapa de la vejez sino de la de ser padres de familia, los primos bien podrían dividirse por generaciones, yo por ejemplo, soy el penúltimo nieto de veintitantos primos, el primo más grande que falleció hace 5 años a causa de un infarto, me llevaba 20 años de edad, así pues hubo diferentes generaciones de primos y cada uno convivió en el ambiente familiar con sus modas, sus juegos, sus etapas; así mismo, pienso que mis abuelos disfrutaron mucho más a los nietos grandes, por el hecho de haber convivido con ellos cuando todavía la salud se los permitía, recuerdo perfectamente a mi abuela Carmen describir a Genaro mi primo como su nieto consentido, Genaro Gómez es de las primeras generaciones de primos. Mis abuelos tuvieron la oportunidad de ir a las bodas no sólo de sus hijos sino también de un buen número de sus nietos. En la familia Muñoz Lambarri se vivió un matriarcado, la abuela Carmen era la del carácter, era la que disponía, al mismo tiempo para los nietos era como una institución, la abuela, siempre cariñosa y siempre protectora, donde trataba de recibirnos en su casa dándonos las mayores comodidades posibles, en el año nuevo, los nietos tratábamos de hacer feliz a la abuela con nuestras actuaciones, con nuestros chistes y poniendo la mayor alegría posible. El año nuevo comenzó a tener sus primeras ausencias digamos por causa de fuerza mayor, los primos que se casaban comenzaba a pasar el año nuevo con la familia de su esposa u esposo, algunos por cuestiones personales, no venía al año nuevo, lejanía, trabajo, etc…

Recuerdo en el año de 1991, donde yo tenía 11 años de edad, la representación que se hizo en el antecomedor de la casa de Coquimbo, fue crear la personalidad opuesta a cada uno de los tíos; por ejemplo, a mi tío Licho, ferviente apasionado de los toros, se le representó como un antitaurino de primera y un apasionado del futbol; a mi tío Sergio, Médico de profesión y con fama de ser un disciplinado doctor en los lugares donde comía, se le representó siendo taquero o yendo a comer garnachas de lo más grasosas posibles; a mi papá, con fama de tener un fuerte carácter, se le representó como un bonachón que nada lo hacía enojar. Cada año se preparaban menos las cosas, el tiempo nos lo impedía, se hacía fácil llegar al 31 de diciembre y en la tarde preparar algo para la noche, actitud siempre iba a ver, como lo fue el año de la parodia de Nino Canún, donde representamos un talk show de dicho conductor y donde debatíamos “la forma de ir al baño”, ese 31 de diciembre se improvisó todo, al momento de caracterizar nuestros personaje, mi primo Alejandro agarró un abrigo, si mal no recuerdo, de una invitada de mi tía Carmelita al año nuevo, la señora tuvo que entrarle al ambiente y ni pio dijo, Alejandro bajó las escaleras vestido de señora de alcurnia lista para debatir la forma cómo iba al baño, al término de la fiesta la señor pidió su abrigo y pues se le preguntó cuál era, ella apenada contestó que era el que habíamos utilizado en la representación. Bobadas, insignificancias que nos hacían la vida muy feliz.

Poco a poco los años nuevos bajaron de intensidad en el ambiente y la actitud que teníamos para preparar algo que nos hiciera reir, poníamos algunos juegos o contábamos algunos chistes, además ya no había la misma actitud debido a que la salud de los abuelos ya no era de lo mejor, la diversión ahora la ponía alguien que decidía emborracharse, el momento era siempre acompañado por carcajadas en demasía. Tiempo después, los años nuevos empezaron a ser caracterizados por las ausencias definitivas a causa de la muerte. En una familia donde los abuelos tuvieron la oportunidad de conocer a veintitantos primos y conocer a otro tanto de bisnietos, la muerte no era algo normal, no era algo a lo que nos pudiéramos acostumbrar, fue en 1997 cuando la abuela Carmen murió, digamos que el matriarcado había terminado, la transición de 1997 a 1998 fue el primer año donde vivimos una ausencia importante. En marzo de 1998, a 8 meses de que la abuela se había muerto, murió mi abuelo Eliseo, así que para el siguiente año, la imagen de los abuelos dejó de existir; pero se trató de mantener vivo el espíritu de unión en la familia, los años nuevos comenzaron a estar mermados, ya íbamos menos pero los que íbamos seguíamos yendo con la ilusión que nos producía seguir viviendo el año nuevo, los niños ya no éramos los primos, los niños eran los hijos de mis primos; no recuerdo cual año nuevo fue en que mi primo Javier Frappe y mi prima Lupina hicieron un mmmmm, cómo le podríamos llamar, una pequeño compromiso de mantener a la familia unida, y así ha sido a pesar del rumbo de vida de todos los que un día compartimos un año nuevo.

Fue en mayo de 1999 cuando murió mi tío Genaro, esposo de mi tía Lupita hermana de mi papá, el tío Genaro siempre se caracterizó por un extraordinario sentido del humor, para recibir el nuevo milenio ya no lo tuvimos con nosotros. El año 2000 despertó cierta expectativa para la celebración del año nuevo, se mandaron hacer playeras y se hicieron unas estampitas que decían “yo soy miembro de una gran familia”, la cena, la ida a la basílica, todo estuvo igual con el valor agregado de que íbamos a recibir el año 2000, compramos lentes que decían 2000, nos tomamos fotos por familias con el año 2000 forrado de plata, pero no pudimos atravesar el 2000 sin bajas, en marzo de ese año, el tío Licho, el hermano más grande de los tíos falleció de un infarto, me gustaría no sólo poner las bajas que sufrió la familia, ya que las altas fueron muchas, los primos empezaban a hacer más grande la familia y los sobrinos empezaron a llegar por todos lados.

Los años nuevos comenzaron a tener destellos de nostalgia, los abuelos se habían muerto y los tíos se comenzaban a morir, el recuerdo nos invadía y ya no había obras de teatro que nos hicieran reír y disfrutar, un día mi prima Luli tuvo la brillante idea de hacer un árbol genealógico de la familia y ver todos los que somos y los que habíamos sido. En el año 2003, fallece el 25 de diciembre mi primo Armando, hijo de mi tío Licho, días después entró al hospital mi tío Luis, esposo de mi tía Lourdes, para pasar el 31 de ese año a la expectativa de la salud de mi tío, fue a tempranas horas del 1 de enero cuando falleció, dos muertes en menos de una semana y en fechas navideñas, además que en mi registro fúnebre, la muerte de mi tío había sido en el 2004, así que ese año tampoco nos fuimos con el saldo en blanco. La muerte se comenzó a ser común entre nosotros.

El año nuevo de 2005, podemos decir que la fiesta fue el primero de enero, ya que la mayoría llegó hasta la tarde de ese día, todavía hubo actitud para comprar unas estatuillas tipo como las que dan en el oscar y hacer una entrega de premios a las personalidades de la familia que destacaron por algo mmmm digamos, chistoso. No recuerdo bien si para ese día mi tío Sergio nos acompañó, mermado en su salud, el que fuera el segundo hijo de mis abuelos, fallecería en junio de ese año.

Muchos empezaron a dejar de ir al año nuevo, ya éramos muy pocos los que nos reuníamos, yo lo que más disfrutaba de los últimos años nuevos, era la plática anual que hacía con mi primo Alejandro, donde en un lapso de 2 horas tratábamos de arreglar el mundo de todos su problemas. De los últimos años nuevos, recuerdo el del 31 de diciembre de 2005, ultimo año nuevo que pasé con mi papá, comenzamos el 2006 sin saber que mi papá ya no festejaría el 2007, el 25 de octubre diciendo adiós a su manera, murió a causa de un infarto al miocardio, mi papá fue un hombre extremo, de carácter fuerte pero con una alegría igualmente proporcional a sus enojos, entre las buenas cuentas que rindió en su vida, puedo decir que fue factor de unión en la familia con su gran sentido del humor, los años nuevos de la infancia, mi papá fue un entusiasta preparador de los shows del año nuevo, posteriormente estuvo presente en los años nuevos con algo que decir, que contar, lo recuerdo en los últimos años con ese imán que lo caracterizó con los niños, hay unas fotos del año nuevo de 2005, donde disfruta jugando con sus nietos y los otros hijos de mis primos. El 2007 ya no llegó para él.

2008 para mí fue un año sumamente nostálgico, fue el primer año nuevo en mi vida que pase sólo, a pesar de que lo pasé con mis primos y mis tías en arboledas (primer año que cambiaba de cede) lo pasé sin mis hermanos y sin mi mamá, cada quien tuvo sus planes y pues fue momento donde concluí que los años nuevos se habían hecho viejos.

El año nuevo era una tradición para muchos; sin embargo, en el ritmo normal de la vida, vas haciéndote de nuevas tradiciones y de nuevas costumbres, el ser humanos no puede estar estático, malamente somos necios a no querer cambiar, y los cambios siempre son positivos, en una familia tan tradicionalista parecía imposible terminar con lo que era una tradición; sin embargo, todos crecimos y muchos han hecho su vida aparte, en donde comienzan con sus propias reglas y sus propias costumbres, el árbol genealógico cada vez es más grandes, las familias ahora son cada vez mas pequeñas, difícil será encontrar a alguien que decida tener 9 hijos como los tuvieron mis abuelos. En el mismo proceso que ellos mantuvieron unida a su familia por años, así cada quien tratará de mantener a sus hijos unidos para comenzar sus nuevas tradiciones y costumbres, cada quien encontrará la forma de agradecer a Dios un año más de vida, cada quien encontrará su propia nostalgia y a lo largo de los muchísimos años por venir, se habrá cimentado un ciclo de vida donde los primos que disfrutamos el año nuevo, nos tocará ser quizás los abuelos.


Los recuerdo pueden ser demasiados, como los chistes de Pilar y Charito subidos de tono, los cuales la abuela no entendía, como mi prima Conchita vestida de Pícara Soñadora contando una historia de amor entre Eliseo y Carmelita, como el boicoteado show de año nuevo donde parodiaríamos el “caaaaldo tlaaaalpeño de cucaaaa jejejeje”, como mi primo Arturo vestido del conejito de Energirzer, recuerdos que no nos hemos cansado de recordar y que lo seguiremos haciendo.

La familia empieza entrar en la etapa del alejamiento corporal, donde quizá los puntos de encuentros sean únicamente las bodas y los funerales, siempre habrá un abrazo fraterno y siempre existirán los recuerdo de los momentos que pasamos unidos, contando un chiste, criticando la cena de año nuevo, rezando un rosario no queriéndolo rezar, disfrutando a un borracho y disfrutando el recalentado del día primero. Los años nuevos en el tiempo en el que duraron, fuero grandes días que recordaré con nostalgia la alegría que representaba la fecha, nunca es tarde para tomar cualquier día como pretexto y juntar a todos los que fuimos y que seguimos siendo y recordar como algún día nos pusieron en el pecho un papelito que decía “Yo soy parte de una gran familia”.

Daniel A. Muñoz Vega
Querétaro, Qro. 26 de Diciembre de 2008



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