Don Juan…

La discusión con Maricela y Miguel Muñoz estuvo a gusto. El tema central de la discusión, después de haber comentado el campeonato mundial sub 17 de México y los posibles candidatos presidenciales del 2012 fue la religión, pasando por muchos conceptos como Dios, fe, herejía. Maricela, Miguel y yo, alguna vez coincidimos en un mismo ideal de fe cristiana, momento que recuerdo muy positivo en mi vida. Durante años participamos en un grupo de jornadas de vida cristiana de la iglesia católica, estoy hablando de hace 12 años; recordamos esos momentos como intensos, llenos de paz donde yo en lo personal conceptualizaba a Dios en la figura de Jesús.


El tema álgido de la discusión (álgido pero amigable) fue que yo ya no creo en lo que alguna vez creía, que no conceptualizo a Jesús como un Dios todo poderoso y que al contrario de la fe que alguna vez profesé, ahora pienso que todo el desarrollo espiritual no depende de un Dios siendo una tercera persona, sino depende únicamente de uno, interiorizando y buscando la plenitud en nuestra propia mente.


Nos dio por discutir lo indiscutible, las cosas de la fe son un verdadero problema cuando las tratamos de hacer colectivas; lo agradable de la charla es que se dio entre tres grandes amigos, que podemos intensear, sabiendo con quien estamos hablando. Mis posturas, quizá posturas de moda pero que en el momento actual defiendo a capa y espada, y que se refieren a que no tengo la posibilidad de comprobar la existencia de Dios pero también sería soberbio de mi parte negar tan legítima posibilidad. Cuestiono la existencia de lo que somos, pienso que somos una caca en el universo, cómo diría el Padre Hortelano en los kibutz de Apaseo el Grande, Gto. Pienso lo anterior y pongo el ejemplo con una bolita hecha de papel de servilleta, diciendo que eso es el mundo en el inmenso espacio que podemos percibir alrededor, y que dentro de ese mundo somos una insignificante partícula de carbono y que ante la existencia de miles de millones de años del universo, los 70 u 80 años que podríamos llegar a vivir resulta difícil pensar que significamos algo. Ahora bien, también digo que lo significamos todo por nuestras inmensas capacidades de amar y de sentir a través de lo que experimentamos, y que al estar parados en este planeta algo debemos de significar y eso me resulta maravilloso.


Cerca de dos horas de discutir cosas indiscutibles; Miguel platicaba experiencias vivenciales de los momentos que ha sentido la presencia de Dios, cosas que no pasan de la nada, sino que pasan por algo superior a nosotros, Miguel dice que es soberbio pensar que no hay algo más grande que nosotros, y tiene razón, lo que yo argumento es que no sabemos que hay y que no debemos mortificarnos por saber si existe o no existe algo. Maricela se enoja conmigo cuando le digo que de vez en cuando me da la gana rezar un padre nuestro a sabiendas que yo no tengo fe cristiana, ¿Por qué lo hago? Por dos cosas, porque me da la gana hacerlo y porque las palabras del padre nuestro me gustan, cuando de vez en cuando las digo, las rezo a lo que pudiera haber arriba de mí.


Pero quien es Don Juan; llevo tres párrafos explicando nuestras posturas religiosas y nuestras creencias personales, está plática se tiene que remontar una semana antes cuando Gómez, con su venda en la cabeza después de un cabezaso, nos hizo vibrar con su gol de chilena ante los alemanes. Mucho nos debe de interesar el tema de la religión, de la razón de nuestra existencia o del espíritu cuando esa tarde gloriosa para el futbol mexicano, platicábamos también de estos asuntos. Miguel nos platicó que un día fue a visitar al padre Sacramento en El Pueblito, uno de los dos padres que hacen exorcismos en Querétaro, más allá del morboso tema de los exorcismos, el padre Sacramento es un guía espiritual para mucha gente; Miguel platicó que un momento difícil en su vida, fue a platicar con el padre Sacramento y sintió una especie de protección cuando el padre le oró, para Miguel fue una grata experiencia que la vio materializada en bienestar. Yo no estoy cerrado a la nada, alguna vez fui muy creyente y seguidor de la fe católica, me considero una persona en constante búsqueda y a pesar que soy radical en pensar que la religión le ha hecho más mal que bien a la humanidad, no estoy cerrado a volver a creer en un Dios, así que fui a ver al padre Sacramento al santuario del pueblito.


Me tomé tiempo y fui a buscar a este personaje que más allá de la religión puede tener algún don, una espiritualidad superior, algo, lo que sea, que me pudiera aportar algo a mi vida. Iba caminando rumbo al santuario y me preguntaba que le iba a decir al padre Sacramento, literalmente iba a decirle que yo había dejado de creer en lo que alguna vez creí, sin embargo, no dejaba de ser creyente de algo, de algo que no conocía. El problema fue que el padre Sacramento realmente es muy solicitado y buscado por los feligreses, una señorita muy amable me dijo que si quería esperar a que se desocupara, que podría tener suerte o no de ser recibido por el padre, dije que lo esperaría y mi paciencia se agotó a los 3 ó 4 minutos de esperar así que decidí regresar a mis labores cotidianas.


Caminando de regreso a mi coche, me encontré a un bolero, mis zapatos suelen estar asquerosos y suelo bolearlos una vez al mes, así que decidí mejor esperar a que terminaran de bolear al cliente en turno para después yo bolearme los zapatos, en lo que esperaba me quedé mirando la plaza donde está la iglesia, el kiosko y lo que era la presidencia municipal de Villa Corregidora, a pesar de la invasión del mercantilismo en casi todo los rincones de lo que alcanzan a ver nuestros ojos, literalmente me sentía que estaba en un pueblito, si esto todavía se siente, pensé como sería la vida de los habitantes del pueblito 50 años antes, me vino a la mente esa relación constante de la gente con la religión, la misa, las costumbres, las fiestas, todo giraba en torno a Dios en un lugar pequeño donde yo creo no había muchas cosas que hacer. Hoy en pleno 2011 El Pueblito no deja de perder ese toque pueblerino que me resulta maravilloso; una señora ya mayor haciendo quesadillas con tortillas hechas a mano; unos niños, supongo yo, jugando en un curso de verano, un señor vendiendo frutas con chile y Don Juan, boleando zapatos sentado en su banquito y su cajita.


El señor en turno se despidió de Don Juan muy amablemente, era mi turno de se atendido. No soporto el silencio entre dos personas que coinciden juntas en un lapso mayor a tres minutos, aplique la que la aplico a todos los taxistas con los que me subo, y le pregunté a Don Juan, ¿y cómo va la chamba?, - pues ahí va, poca pero siempre sale algo. Sin preguntarle más Don Juan saco una credencial enmicada que contenía todos sus datos personales, me dijo que es por si le pasa algo en la calle pueden avisar en el asilo donde vive. El asilo del pueblito que se llama San Francisco de Asís, un señor ya mayor sentado a lado de mi intervino en la plática diciendo algo en lo que yo coincidía al 100%, ese señor San Francisco fue todo un mártir – Claro respondía, fue un fuera de serie, lo más grande que ha habido sobre la tierra – el señor, del que nunca supe su nombre, me dijo, el decidió ser así, su papá lo vestía con lo mejor y el iba y regalaba todo a los pobres. Me causó un poco de asombro estar platicando con un señor que se acercaba a los 80 años sobre alguien a quien en verdad, más allá del tema de la religión, yo admiro a Francisco de Asis, su vida se me hace de las vidas más perfectas que han pisado la faz de la tierra. El señor se despidió de Don Juan y siguió su camino.


Mientras Don Juan me boleaba los zapatos, me vino a la cabeza, el qué ha sido de su gente, y le pregunté donde estaba su familia – Pues mi esposa murió hace 20 años, y mis hijos después de que murió su mamá se fueron a vivir a Canada y hasta la fecha no sé nada de ellos – fue lo que contestó. Seguí con las preguntas - ¿ya nunca supo nada de sus hijos? No, un compadre fue el que los vio en Canada, dijeron que vendrían pero es fecha de que no lo han hecho, sólo espero que estén bien. - ¿Y usted de donde es? Volví a preguntar – soy de aquí, del barrio de San Fransisquito.


Don Juan me boleaba los zapatos con mucha energía, yo le calculaba unos 70 años de edad - ¿Cuántos años tiene Don Juan? Tengo 78 años, yo exclamé con asombro…. - 78 años¡¡¡¡…. Usted parece de muchos menos, está a dos de cumplir los 80 y todavía trabaja. Don Juna agregó - Pues mientras Dios me de esto no puedo pedir más, si usted viera las circunstancias como vive la gente en el asilo, hay personas que ya no se pueden ni mover, les tienen que dar de comer en la boca, yo estoy ahí para no estar sólo y mientras pueda trabajar los voy hacer.


-¿A qué se dedicaba usted Don Juna? – por muchos años fui distribuidor de la paleta tutsi pop, ya no es lo que era antes, cuando llegan nuevos directivos a las empresas, llegan con nuevas ideas a cambian todo, antes la tutsi pop tenía el relleno de chocolate y no de chicle, me fue muy bien por esos años, imagínese que yo en mi camión distribuía paletas por todo el bajío, conocerá al señor Tapia del Rey del Dulce aquí en Querétaro, pues al yo le surtía de paletas tutsi, mucho antes de eso, hay por hay de los 70 llegaba a ganar 20 mil pesos por mis comisiones, eso era mucho dinero, ganábamos muchas veces más que los gerentes y fue por lo mismo que nuevos directores dijeron que eso era imposible, que cómo sin tener una carrera íbamos a ganar mucho más que los mismo gerentes. Así que fueron reestructurando los planes de comisiones hasta que un día renunciamos cerca de 50 comisionistas, metimos en un problema a lo compañía porque todos los compañeros conocíamos las rutas y los manejos de la compañía.


Don Juan me casusaba asombro, boleaba perfectamente mis zapatos, pensaba que no era un bolero por la necesidad de trabajar sino más bien por la necesidad de sentirse útil. Tenía un estado de ánimo optimista ante la vida, no andaba en busca de nada, simplemente se dedicaba a procurar su tranquilidad.


Seguí platicando con él ¿Cómo le trata la madre Lucina? Me trata bien, yo le agradezco que me deje vivir ahí, yo tengo mis reglas en el asilo, de hecho yo pago mi comida, mi sopa porque debe usted saber que ahora ya es más barato como sopa que comer frijoles.


Le hice hincapié en lo bien que se veía de salud – pues mire joven, yo anduve en bici cerca de 30 años, hasta que un día me atropellaron sin mucha gravedad, pero a partir de ahí empecé a tener problemas en la rodilla, mismos que tengo hasta el día de hoy, y ya de viejo los dolores son mayores pero no me quejo.


No se queja de nada este señor, que no tiene a nadie en la vida más que así mismo.


Sin preguntarle me dijo – deje le cuento que después de ser distribuidor de tutsi pop, comencé a trabaja en helados Holanda, ahí aprendí a hacer nieves y helados, alcanza a ver la nevería que se ve ahí en la esquina – yo dije que sí, sin saber donde me decía – a pues yo ahí les hago los helados y las nieves, tengo mis fórmulas y debería ir un día a probarlas.


Volví a mentir- de hecho si las he probado – ¿y que le parecen? No pues buenísimas


– De hecho estoy por hacerles una de uva blanca, yo le puedo apostar que nadie la sabe hacer, nada más necesito ver bien la fórmula y pronto la venderán en la nevería.


La boleada de zapatos habrá durado cerca de 20 minutos más unos 5 minutos más que me quedé hablando con Don Juan hasta que precisamente recibió una llamada del dueño de la nevería, acordaron verse al otro día. – ya ve, hay me hablan para irles hacer sus helados y sus nieves.-


Le pague a Don Juan 20 pesos. Le dije que fue un gusto haberlo conocido y que ya por los menos nos habíamos echado la platicada. En todo el mar de ideas que tengo en la cabeza, tratando de encontrar la razón de nuestra existencia, me encontré con un señor que vive la vida sin mayor complicación, que agradece poder tener el sustento de sus boleadas de zapatos y sus helados que fabrica.


Regresando al día en que discutimos sobre los temas que no son discutibles, un día después de haber conocido a Don Juan, después de que les conté el grato momento de platicar con Don Juan, concluí que quizá la vida es extremadamente sencilla para ser vivida. Dos horas de interminable discusión que quizá Don Juan las aprovechó para dormir para tener fuerzas para el siguiente día irse a trabajar, a sus 78 años boleando zapatos y haciendo helados.

Facundo Cabral…






No perdiste a nadie, el que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón.





Facundo Cabral ( 1937 - 2011)






Me enteré por mi mamá que Facundo Cabral vendría a Querétaro, me puse de acuerdo con mi amiga Marcela y fuimos a verlo al auditorio Josefa. Siempre había tenido ganas de ver a Facundo Cabral. El día del concierto había poca gente; sólo una silla, un micrófono y una guitarra era lo que conformaban el austero escenario. Salió Facundo siendo asistido por una persona, con su bastón y sus lentes obscuros, sus clásicos pantalones y camisa de mezclilla. Vi a un Facundo viejo pero como siempre, con el alma joven, cantó el repertorio que había escuchado ciento de veces y que podré seguir escuchando porque como decía él, alegraba el corazón. Tuve la suerte de verlo en persona, de escuchar de un sabio lo simple que es la vida.





Facundo Cabral fue de los personajes que te hacen aventar al bote de la basura los antidepresivos y los ansiolíticos, trotamundos que te hacía soltar la carcajada inmediatamente después de una intensa reflexión, mancuerna perfecta de Alberto Cortez que nos dejaron esos magníficos discos de Lo Cortez no quita la Cabral; filosofo y utópico contemporáneo dedicado, como él decía, hacer lo que amaba por eso se lo dictaba el corazón, idealista incansable. Facundo Cabral era terapia pura, era un alma libre que contagiaba su alegría por vivir.





Hoy Facundo Cabral se fue de la forma como no se deben ir los buenos hombres, hoy ante los hechos de su asesinato, sus interminables canciones pudieran ser el chaleco antibalas que necesita la humanidad ante la inmensa degradación en la que vivimos. Un hombre que creía en la humanidad no puede ser matado por un ser humano, las inmensas incongruencias de la vida se hacen presentes en un mundo que requiere de más Cabrales.





Hoy, en algo si no estoy de acuerdo con Facundo Cabral, en que hoy si no hay buenas noticias; sin embargo, su muerte no borrará el mensaje de esperanza que dejó en un mundo cada vez mas convulsionado. Si el cielo existe, Facundo Cabral por fin ya es de un lugar. Hasta siempre comandante.